miércoles, 27 de enero de 2010

A los amigos extranjeros que quieren visitar Chile este verano:

A los chilenos nos sufre la próstata y somos sedentarios, también somos ignorantes, no leemos ni los diarios, sufrimos del hígado porque somos alcohólicos,

votamos por la derecha y somos homofóbicos,

vivimos trancados y con el humor inestable,

no vamos al teatro y somos irritables,

pasamos tos en invierno y en el verano insolados,

aún creemos en Dios y en los golpes de Estado,

somos a veces impotentes y precoces para eyacular,

de tanto ver videos porno ya no sabemos culiar,

también somos inseguros y terrible de celosos,

les pegamos a las minas de puro que somos miedosos, nos sudan las manos, nos curamos con vino,

insultamos peruanos, imitamos argentinos,

ganamos una miseria y la gastamos en ropa,

harta cocacola y un poco de falopa,

sufrimos de amnesia, ignoramos el pasado,

nos creemos europeos y somos indios culiados, trabajamos como burros y la vida nos duele

pero cuando tenemos tiempo nos ponimos a ver tele,

nos quejamos de lo punga que se ha puesto el perraje, pero al subirnos a las micros no pagamos el pasaje,

en la calle linchamos a los pungas y cogoteros

pero ungimos presidenciable al que explota a los obreros, descargamos la pica con el que roba carteras

y al que elude los impuestos le sobamos las huevas, vivimos todos soñando con ser millonarios

por eso votó la mitad por un mitómano empresario,

vamos como chanchos camino al matadero,

pero no nos importa ser fiambre si eso nos trae dinero, nadie se explica por qué es que así estamos,

dicen que fue la dictadura, pero ya lo olvidamos,

somos tarados y desclasados nihilistas,

lo que hablamos de política lo escuchamos de un taxista, lo que hicimos el domingo fue una cosa de mongólicos, pero no nos sorprendemos, porque somos súper católicos, creemos firmemente en la idea del progreso

y por eso llenamos de momios los sillones del Congreso, nos dejamos influir por los flashes y oropeles,

aquí salió elegido el que puso más carteles,

nos compramos boquiabiertos las más insólitas promesas, porque pa’ analizarlas no ocupamos la cabeza,

no pensamos por nosotros para elegir al que nos manda, repetimos como loros lo que dice la propaganda:

todo lo malo de Chile es por culpa del Estado,

mientras lo bueno y lo bonito es esfuerzo del privado. Farándula y política es otro signo de este tiempo,

y nosotros lo tenemos en un cineasta sin talento, convenció sin contenido a punta de pura arenga,

él es momio o de la izquierda según lo que le convenga, hijo de un padre bacán al que llamaron terrorista,

nosotros al vanidoso lo llamamos progresista.

Si quiere este verano conocer un país civilizado,

mejor quédese en su tierra,

no venga a este país culiado…


Del dramaturgo chileno Luis Barrales, autor de “Las niñas araña” y “H.P.” (Hans Pozo):


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miércoles, 20 de enero de 2010

Perder



de PANIKO.cl de Vadim Vidal

Lo peor de vivir cerca de Plaza Italia es que escuchas las celebraciones hasta que se acaban. Y cuando no es tu bando (futbolístico o, como en este caso, político) el que celebra, es como si te sacaran en cara la derrota durante horas. Es perder dos veces.

Lo que más me dolió de la derrota del domingo es ver cómo la gente celebraba. No que llevaran bustos rascas del Tata, o escuchar las imbecilidades que decían con sus caras desfiguradas por la televisión. Sino sentir que festejaban por haber recuperado algo largamente perdido. Y no me explico bien qué puede ser eso.

Lo demás son detalles, como el del mozalbete tontorrón que escribía en Twitter que el diario La Nación era como el Granma o el otro avispado que posteba que no quería que SU país volviera a ser como la RDA. Como si hubiéramos vivido 20 años de socialismo real, con partido único o cosas así. Ignorancia pura.

Pero está bien que duela, porque no hay nada peor que perder y no sentir nada. Como los jugadores de la Católica. Si no duele, van a levantar la copa mil veces en tus narices. Sin Maracanazo no hubiera existido Pelé, por decirlo así.

Perder no estaba en mi memoria. O sea, estaba el gesto de rebeldía de votar por la izquierda extraparlamentaria, pero siempre con la certeza de que el gobierno iba a quedar en la Concertación. No que iban a ganar ellos, los que ganaban en todos los demás ámbitos menos en el político. Más que el mal menor, la Concertación, para mi, era como el padre al que uno puteaba, pero volvía a saludar a la hora de la cena. O le pedía la mesada igual no más.

La Concertación era la familia, los amigos, los conocidos. Los que nos daban la oportunidad de sentirnos incómodos, golpear la puerta, irnos un rato, pero volver al poco tiempo. Y esa casa ya no va a estar. Y vamos a tener que convivir con un padrastro millonario y prepotente (pero siempre buena onda) que desplazó a tu papá por fome, por pegado, por mediocre. Y va a llegar con sus hijos buena onda también, carreteros, viajados, cabezones, buenos para la pelota, pero que lo abandonan todo el domingo para ir a misa de 11.

Lo que más me duele de la derrota no es la alegría de los otros. Son los argumentos de los míos. Escucharlos culpar a la gente por tonta. Un clasismo tan sin sentido como el asistencialismo de la UDI o El Techo (recuerden, al Techo para Chile se le dice así: El Techo).

Gente progre que nunca hizo nada salvo ir a votar nulo. Que jamás se inscribió en su sindicato, ni trató de levantar uno, ni fue a una marcha, ni reclamó por nada. Gente que un día leía No Logo y al siguiente le buscaba reemplazante al que tomaba licencia. O recortaba presupuestos mientras se construía su casa de veraneo en Tunquén. Si la derecha creció (lleva 10 años haciéndolo), amigos, no fue por la tontera de la gente, sino también por la comodidad de alegar y no hacer nada de quienes se supone eran los “concientes”.

Y ahí están los mails desesperados escritos en alta, y los inútiles grupos de Facebook y los tweets ingeniosillos. Esquirlas de la derrota.

Ahora hay que ir a ver al papá a su horrible departamento nuevo y ver cómo hacemos para que las cosas vuelvan a ser como eran antes.

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